
Como dice Ignacio Gómez-Landero, la Iglesia debe implicarse a fondo en la revolución digital. Porque esta revolución supone un salto cualitativo en nuestro avance como humanos y esto significa que nuestras formas de comunicación van cambiando, el lenguaje se caracteriza por la sencillez de términos rápidos que atraen con la imagen y resumen con un titular.
Son muchos los que critican a la jerarquía eclesial, sin embargo, ellos, los que han sido nombrados pastores y servidores de la Iglesia, apuestan por adaptarse al cambio que supone esta revolución. Esta nueva realidad no menosprecia la sencillez de una hoja posándose en el suelo, la naturaleza que envuelve nuestro planeta, la contemplación con nuestros sentidos, como decía Ignacio de Loyola. No, al contrario, nuestros sentidos son el mejor don que el Se?or ha regalado a los hombres y las mujeres de siempre. Es necesario potenciarlo, utilizarlos, escuchar los pájaros, contemplar con nuestros ojos las olas que golpean las rocas, oler la primeravera que nace, sentir el tacto de una hoja que nos devuelve a la vida. Pero estamos en el mundo, laicos, sacerdotes y religiosas, estamos en el mundo. Y hoy es la era de la comunicación.
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