CARTA AL SALIR DEL HOSPITAL

02 mayo 2007

Por Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela
Queridos diocesanos:
Después de estos largos días de hospitalización vuelvo a reincorporarme a la actividad normal en la vida pastoral diocesana. En este tiempo he sentido viva y gratuitamente vuestra oración, presencia y afecto, tanto de niños, como de jóvenes, adultos y mayores, reconociendo una vez más lo mucho que os merecéis.
Vuestra calidad humana y espiritual y vuestro buen hacer se han puesto de relieve. Esto me lleva a dar gracias a Dios y a sentirme muy agradecido a todos. Me habéis tenido muy presente y yo nunca he notado vuestra ausencia. Al salir del hospital y al continuar los trabajos pastorales, mi palabra en verdad es sencillamente gracias.
Nuestra vida, de alguna manera, es como los barcos que se construyen no para estar amarrados en el puerto sino para romper amarras y adentrarse mar adentro con los riesgos que conlleva. Así nuestra existencia encuentra sentido cuando se sabe dar al servicio de los demás. “Quien pierda su vida al servicio de los demás, la ganará; quien quiera ganarla para sí, la perderá”. A veces es necesario entrar en el dique seco pero estoy seguro de que no es tiempo perdido cuando el Señor en su providencia cuenta con nuestro trabajo en los horizontes siempre abiertos al servicio del Evangelio.
En la actualidad es mucho el trabajo a realizar y poco el tiempo para reflexionar y meditar. A pesar de las dificultades tenemos que apreciar el momento presente y descubrir la realidad de gracia que lo acompaña para que sea la esperanza y no el pesimismo la que oriente nuestras búsquedas en relación con Dios pues nuestra felicidad está vinculada a él.
En estos días he recordado el poema de Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta”. Es una buena clave para interpretar la partitura de nuestra vida. Los planes de Dios siempre nos descolocan en ese equilibrio meramente humano que tantas veces buscamos y calculamos sin tomar conciencia de que es en Dios “en quien somos, nos movemos y existimos”.
En la palabra del Señor hemos de descubrir lo esencial en cada situación de la vida. El que Dios escoja el momento para hablarnos a través de las diferentes circunstancias, no depende de nosotros. Pero sí depende de nosotros el responder a la llamada que nos hace. Es necesario renovar la confianza en Dios, sabiendo que todo es gracia en nuestra vida y seguir trabajando por el Evangelio.
La resurrección del Señor nos impulsa a disipar nuestros miedos e inseguridades, a romper las ataduras de la tristeza y de la autocompasión, y a reafirmar nuestra esperanza de que en la vida y en la muerte somos del Señor, que murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos. El nos da la única y verdadera alegría. “Si uno está en Cristo, es una nueva creación; desapareció lo antiguo, y mirad, todas las cosas se han vuelto nuevas” (2Cor 5,17).
Con reiterado agradecimiento os saluda con todo afecto y bendice en el Señor, +Julián

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